Juntos por el Cambio ofrece en las últimas horas la imagen de un equipo de fútbol que venía liderando cómodamente el campeonato, pero que de pronto sufre una racha de derrotas que lo alejan de la punta, no tanto por méritos de sus adversarios como por errores propios no forzados. El histórico capitán del equipo ha quedado relegado a un segundo plano, las desinteligencias entre los integrantes del conjunto están a flor de piel y hasta discusiones que no deberían salir del vestuario son filmadas, ventiladas en los medios de comunicación y viralizadas, para regocijo de sus rivales libertarios y kirchneristas.
Al igual que semanas atrás, cuando la decisión de Horacio Rodríguez Larreta sobre el nuevo formato de las elecciones porteñas desató un conflicto con Mauricio Macri, la intención de algunos dirigentes de incorporar a la fracción peronista liderada por el cordobés Juan Schiaretti a Juntos por el Cambio desató un vendaval de sospechas y acusaciones cruzadas entre los sectores liderados por el jefe de gobierno de la ciudad de Buenos Aires, por un lado, y los encabezados por Patricia Bullrich, por el otro.
Con este nuevo debate, los dirigentes de la principal coalición opositora no parecieron demostrar que adviertan por dónde pasan las verdaderas urgencias del país y que son capaces de evitar caer en las mismas contradicciones que le critican al oficialismo.
Al justificar la importancia de que el gobernador de Córdoba se incorpore a la alianza, Rodríguez Larreta sostuvo que “el cambio total que los argentinos necesitamos exige una nueva mayoría”, que tiene “vocación de ampliar” Juntos por el Cambio y que “hay que sumar para ganarle al kirchnerismo”.
Sus detractores esgrimieron que “una cosa es ampliar Juntos por el Cambio y otra cosa es rejuntar” (Federico Angelini, titular de Pro), al tiempo que desde el sector de Patricia Bullrich se sugirió que “busca ampliar el espacio quien va perdiendo” y que “en política no se puede ser amigo de todos”.
De las diferencias se pasó a los entredichos y de estos, a los ataques directos. Patricia Bullrich dijo que Rodríguez Larreta y Schiaretti “son Massa”, en tanto “discuten sobre un modelo que es el mismo que está llevando a cabo el actual ministro de Economía, un cambiecito”. En la otra vereda, el titular de la UCR y aliado de Rodríguez Larreta, Gerardo Morales, partidario de la ampliación de Juntos por el Cambio, acusó a la precandidata presidencial de “soberbia” y de mandarle “un piquete” al comité nacional, donde ayer se reunieron los presidentes de los partidos que integran la coalición opositora sin poder llegar a un acuerdo sobre las incorporaciones de Schiaretti y de José Luis Espert. En rigor, se habría tratado de un par de mujeres con una pancarta que tenía inscripta la leyenda “No queremos a Skiaretti” (sic).
Lo insólito del caso es que algunos de los protagonistas de los entredichos revelan ser absolutamente conscientes de las consecuencias que la despiadada lucha interna le está causando a la alianza opositora. El propio gobernador de Jujuy reconoció que Juntos por el Cambio “ha bajado diez puntos a nivel nacional” y que “la pelea nos ha puesto en una meseta en caída”. Angelini también sostuvo que, desde la coalición, “se le está abriendo una puerta a Javier Milei” para que muchos de los cuestionamientos que le hace a Juntos por el Cambio empiecen a resultar verosímiles.