La política se
distingue, sin dudas, por la dificultad que implica arribar a las
coincidencias.
Cada uno opina
libremente, sea en su condición de ciudadano o referente político.
Lo grave no es la
opinión sino sus consecuencias, en el sentido de la descalificación con visos
de degradación, que ello provoca.
Por eso, quienes
tienen el deber de asumir una posición frente a un hecho político que involucra
a la sociedad en su conjunto, acuden habitualmente a decir lo que en el
lenguaje propio de la actividad se conoce como lo “políticamente correcto”, es
decir, se dice y no se dice nada, frente al temor reverencial de quedar
expuesto, y consecuentemente, descalificado.
Es lo que estamos
visualizando en este momento especialmente dentro de la Unión Cívica Radical,
la Coalición Cívica y también algunos sectores del PRO, todos integrantes de la
alianza “Juntos por el Cambio”.
Sin dudas, Patricia
Bullrich ha acordado con Javier Milei, a cambio del acompañamiento político, la
reformulación de la propuesta del libertario.
Los contenidos de
esa revisión han sido expresados en la conferencia de prensa que diera
Bullrich, oportunidad en que aludiera a los objetivos políticos que sustentaran
su campaña.
Milei seguramente
está decidido a replantear sus posiciones, extremas y cuestionadas, en orden a
los distintos aspectos de la función de gobierno, consciente de que necesita
del apoyo de otras fuerzas políticas si quiere ganar la elección.
No es tarea
sencilla resolver el entuerto en el que nos hallamos quienes no integramos el
espacio de los vencedores de la contienda, que van al ballotage.
En lo personal,
considero que tengo la obligación como ciudadano, de asumir con claridad una
posición al respecto, acudiendo a lo que califico como el mal menor.
Analizando los
candidatos, es claro que el acompañamiento a Massa implica la continuidad del
kirchnerismo.
No menos del 30% de
los votos obtenidos por Massa son kirchneristas. No puede aquél jamás
desconocer, aun accediendo a la presidencia, del respaldo recibido. Y si se
atreviera a poner en crisis su vinculación, su suerte está echada. Un ejemplo
de ello, no obstante ser un mal ejemplo, es el actual presidente de la Nación.
Está solo, absolutamente solo, sin la menor cuota de poder para gobernar.
Otra evidencia
palmaria de lo que digo es la persona de quien lo acompaña en la fórmula
presidencial, que ya se expresó públicamente destacando la figura de la
expresidenta, como la mentora del triunfo de Massa. Lo propio ocurre con el
reelecto gobernador de la provincia de Buenos Aires, que además le facilitó los
votos a Massa para su éxito electoral.
En consecuencia, el
triunfo de Massa es más de lo mismo en todos los órdenes.
Milei por su parte
ha dado muestras de un desborde emocional llamativo, además de algunos planteos
de su propuesta política que de ninguna manera pueden acompañarse.
Ha tenido
expresiones de descalificación sin pudor alguno, a figuras relevantes del
quehacer humano.
Descalificó al Papa
Francisco, desconociendo el principio constitucional que sostiene el culto
católico apostólico romano en cabeza del gobierno federal.
Descalificó la
figura de Raúl Alfonsín, el último demócrata que tuvo la política argentina. Lo
hizo a partir de su mirada mercantilista de la existencia, y con motivo de la
hiper inflación que soportó el gobierno de Alfonsín.
Este es el
escenario. Qué hacemos entonces?
Dicen las distintas
fuerzas políticas que integran la alianza Juntos por el Cambio que la
ciudadanía decidió que nuestro rol es de hacer oposición.
Pues bien, si ello
es así, esa oposición puede hacerse con independencia de quien sea gobierno
después del 19 de noviembre.
El no
acompañamiento a ninguno de los candidatos que arriban al ballotage es asegurar
el triunfo de Massa, esto es, del kirchnerismo con todo su equipaje.
Si Milei, durante
el tiempo que nos queda por delante antes de la elección asume el compromiso de
adecuar su propuesta política a los postulados de Juntos por el Cambio,
prefiero tragar saliva y acompañarlo. Pero debe garantizar dicho compromiso.
Nuestro frente
político ha manifestado cuál es su rol. Pues deberá ejercerlo, en cualquier
caso, y desde luego con Milei si resulta vencedor.
Si el vencedor es
Massa las chances de hacer oposición son mucho más difíciles. Ya lo sabemos.
Así son las cosas.
El mal menor es la respuesta al dilema que el escenario político nos plantea a
los argentinos.
Eduardo Conde