Economía: Pelea la casta por mantener el modelo; ¿de qué lado estás?
28/02/2024
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Sin necesidad de anunciar un plan como tal, asistimos a la puesta en marcha de un conjunto de medidas no solo coherente, sino de una profundidad inédita y con un coraje en su implementación fuera de lo común.
Uno de los síntomas que muestra hasta qué punto el virus intervencionista ha sido inoculado en la sociedad argentina, es la recurrente crítica que se le hace al gobierno de Javier Milei de que “no hay un plan de estabilización”.La crítica sorprende, porque la historia de los planes económicos argentinos de las últimas décadas es deplorable. Desde el plan de Bernardo Grinspun (primer ministro de economía de Alfonsín), hasta el reciente Plan Platita, pasando por el Plan Austral, el Plan Rapanelli, el Blindaje, el Plan Remes y tantos otros, la historia de los planes económicos de los últimos 40 años se resume en el fracaso. La gran excepción es el Plan de Convertibilidad de Cavallo.La crítica también llama la atención porque sugeriría que sin un plan anunciado como tal, no habría posibilidad de acción racional. Ese es precisamente el síntoma del virus intervencionista. La realidad es justamente la contraria: sin necesidad de anunciar un plan como tal, asistimos a la puesta en marcha de un conjunto de medidas no solo coherente, sino de una profundidad inédita y con un coraje en su implementación fuera de lo común.
TRES PATAS
El no-plan” del presidente Milei tiene, en lo inmediato, tres patas: déficit cero, emisión cero y desregulación. La lógica es evidente: frenar la inflación cuanto antes. Ese es el test clave para mantener el respaldo popular y poder avanzar en una segunda fase de normalización económica (levantamiento del cepo cambiario, las reducciones de impuestos que fueran posibles e ir abriendo la economía). A su vez, la inflación en un nivel civilizado y la economía normalizada en una medida razonable serán las bases sobre las que se podrá ir más allá (competencia de monedas, privatizaciones, reforma laboral, más rebajas de impuestos, etc.)En menos de 90 días, en el área económica, el gobierno de Milei consiguió superávit financiero, redujo el número de empleados públicos en 50.000 personas, dio de baja 200.000 planes otorgados de forma irregular, recompuso las reservas en unos u$s 8.500 millones, consiguió el apoyo del FMI, evitó la hiperinflación y comenzó el camino de la desinflación, bajando el aumento mensual del IPC de 25% en diciembre a 20% en enero y a alrededor de 15% en febrero.Todo se hizo con la oposición feroz del sindicalismo (a 45 días de haber asumido su cargo, Milei ya soportó un paro general) y de los socialistas y corruptos de todos los partidos, que lograron bloquear, por ahora, la Ley de Bases.En un país desarrollado (un país con financiamiento), lo que hizo el gobierno de Milei en menos de 90 días sería considerado un éxito si se lograra hacer en una legislatura completa. Pero Argentina no tiene financiamiento y eso obliga a ir corriendo por la cornisa mientras se esquivan las cáscaras de banana que tira la oposición.No nos equivoquemos: lo hecho hasta ahora equivale solamente a haber cortado la hemorragia, para que el paciente llegue vivo al quirófano. La operación todavía no empezó; sigue habiendo riesgo vital.
DEFICIT CERO
En julio de 2001, mientras regresaba de Europa, donde constató que el país se había quedado sin financiamiento, Cavallo ideó el plan de déficit cero. Entre otras medias, el salario de los empleados públicos y las jubilaciones se recortaron 13%. Ante la pérdida continua de depósitos bancarios, el 1º de diciembre de ese mismo año, el gobierno estableció un corralito por 90 días. Durante ese período, la deuda pública se canjearía por préstamos garantizados, para rebajar la factura de intereses y restablecer el acceso del país al crédito. El establishment (la casta) vio en la fatiga de la gente su oportunidad; ese plazo de 90 días era el tiempo que tenían para actuar. Lo hicieron: el 23 de diciembre asumía como presidente interino Adolfo Rodríguez Saá, que a su vez sería reemplazado por Eduardo Duhalde en enero de 2002, con la intención de cambiar el modelo. Lo hizo: devaluación, pesificación, corralón y emisión. Ahí empezó el último ciclo de decadencia que nos trajo hasta acá. Ahora la pelea de la casta no es por “cambiar el modelo”, sino por mantenerlo. Esa es la cuestión de fondo en la que cada argentino de bien debe decidir de qué lado está.
Diego Barceló Larran
* Economista
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