Todo lo inusual que pueda parecer para la estructura de Gobierno el nuevo Ministerio de Desregulación y Transformación del Estado, a cargo de Federico Sturzenegger, lo tiene de arraigada la alta presión tributaria en el bolsillo de los contribuyentes. Para muchos, todos los impuestos que se pagan ahogan y distorsionan pero son realmente pocos los tributos que nutren significativamente a la recaudación pública.
Según el “Vademecum Tributario” del Instituto Argentino de Análisis Fiscal (IARAF), se detectaron 155 impuestos a nivel nacional, provincial y municipal. Solamente diez de ellos absorben el 92% de lo que perciben las arcas públicas en todo el país. En consecuencia, 145 realizan aportes minúsculos que apenas llegan al 8% de la recaudación. Esta estadística pone en contexto a una de las promesas del ministro de Economía, Luis Caputo, quien ante empresarios de la construcción afirmó: “Al final de nuestro mandato vamos a haber reducido el 90% de los impuestos que hay en Argentina”.
Dentro del grupo de impuestos de bajo aporte para las arcas públicas, que son nueve de cada diez, se encuentran los denominados “costos ocultos” que Sturzenegger buscará eliminar, tal como publicó en sus redes sociales después de asumir como ministro. Para el especialista tributario César Litvin “producen asfixia” y, metafóricamente, dijo que “a los emprendedores hay que darles un respirador directamente”.
En esta misma línea, un relevamiento de la Unión Industrial Argentina comparó a nuestro país con otros 24 entre los que se encuentran Brasil, Chile, Francia, Reino Unido y Estados Unidos. Según surgió de ese trabajo, el sector formal de Argentina es el que mayor presión fiscal sufre con un 50,7%. “Las pymes con esto hacen lo que pueden y muchas veces no les dan los números”, opinó otro especialista tributario, Diego Fraga.
Dentro de los diez impuestos que representan al 92% de lo recaudado hay ocho de carácter nacional, uno provincial y otro municipal. La nómina de los nacionales la comprenden el Impuesto al Valor Agregado (IVA), los aportes a la Seguridad Social, Ganancias, el impuesto a los Créditos y Débitos , los derechos que gravan la exportación e importación, el impuesto PAIS y los internos coparticipados. Todos estos explican el 75,3% de los ingresos fiscales. Además, todo el dinero pagado por estos tributos aportaron más de la quinta parte (21%) del PBI, es decir de todo lo producido en el país durante 2023.
El impuesto provincial incluido en los diez más significativos es Ingresos Brutos, cuyo monto alcanza el 16% de la recaudación y 4,2 puntos del PBI. La tasa municipal que completa la lista es Seguridad e Higiene con un aporte del 2,4% de lo que absorben los fiscos, cifra que equivale al 0,7% del PBI.
Estos números muestran que el Estado nacional es el que más dinero recauda del bolsillo de los contribuyentes pero, paradójicamente, existen más tasas municipales que tributos absorbidos por la Casa Rosada. De hecho, 46 tributos son de carácter nacional, 25 corren a cuenta de las provincias y 84 de los municipios. Una aclaración relevante realizó Litvin, quien observó que no necesariamente los municipios sean los que más ahogan a sus poblaciones porque no todos perciben las mismas tasas o contribuciones.
En ese sentido, un estudio publicado por el intendente de la localidad bonaerense de 3 de Febrero, Diego Valenzuela, muestra que de los productos que se compran en hipermercados Quilmes, Hurlingham y Moreno son los municipios que mayor presión tributaria ejercen dentro del Área Metropolitana de Buenos Aires.
A su vez, los dos tributaristas consultados, Litvin y Fraga, coincidieron en la confección de las provincias “más impuesteras”: Misiones, Tucumán y la provincia de Buenos Aires. Sobre las dos primeras, ambos señalaron que cobran Ingresos Brutos a empresas cuyos camiones transitan caminos en su territorio pese a que las compañías en cuestión no estén radicadas en ninguna de las dos jurisdicciones y tributan en otras.
En paralelo, los dos especialistas también tuvieron consideraciones similares sobre “el podio de los peores impuestos”. En el primer puesto colocaron a Ingresos Brutos (tributo provincial). Fraga lo catalogó como “un robo premeditado” por su régimen de pago anticipado que, en ciclos inflacionarios, genera que el valor de los saldos a favor del contribuyente se licúen semana tras semana. Además, Litvin agregó que tiene un “efecto cascada” ya que, en una cadena de valor, cada eslabón de ella está gravado por este impuesto y su costo “siempre se termina trasladando al consumidor”. En consecuencia, suma costos y sube precios.
Además, Litvin indicó que Ingresos Brutos “es un impuesto que en el mundo se cambió por el IVA”. Sin embargo, en Argentina la historia es distinta: ambos tributos conviven.
En el segundo puesto del podio de “los peores” ubicaron al impuesto a los débitos y créditos, de carácter nacional. Fraga explicó que encarece un 0,6% cualquier movimiento bancario de dinero. “Este lastima pero pega menos que Ingresos Brutos”, definió.
Y en el tercer puesto de este podio ambos especialistas subieron a los derechos que gravan las exportaciones. Litvin consideró que este impuesto “contamina” dado que el país necesita vender productos al exterior para traer dólares frescos y este tributo sólo encarece dicha operación. En otras palabras, le quita competitividad a la producción argentina.
Eliminar o reducir estos impuestos, o cualquier otro, enfrenta al Gobierno con la ecuación del equilibrio fiscal, aquel que surge del balance entre gasto público e ingresos. A menor recaudación, más exigente debería ser el ajuste para evitar caer en déficit. En ese sentido, Ingresos Brutos aportó en 2023 4,2% del PBI, Débitos y Créditos, 1,7% del PBI y los derechos a la exportación, 0,8% del PBI.
De esta manera, cualquier modificación impositiva deberá sentar en la misma mesa a Sturzenegger y a Caputo para que uno pueda desregular sin que el otro descuide su principal capital: el equilibrio fiscal.
Ignacio Grimaldi