Cristina Kirchner coronó, con la gran manifestación de apoyo que se volcó ayer sobre la plaza de Mayo, un minucioso ejercicio político: la construcción del escenario de su condena judicial. Fue un experimento exitoso que abre una incógnita muy relevante sobre el futuro de su peripecia en el juego del poder. La multitud que se movilizó para protestar por la prisión que le dictó el Tribunal Oral Nº 2 en la causa Vialidad es la plataforma sobre la que ella ejecuta un relanzamiento político destinado a mantenerla, desde la prisión de San José 1111, al frente del peronismo. El resultado de esa operación es parte de una historia que todavía está abierta.
La premisa mayor de toda la jugada es bastante obvia. La expresidenta nunca tuvo dudas acerca de que la Justicia la penalizaría. Se le pueden reprochar mil imperfecciones a la abogacía de Carlos Beraldi. Pero las pruebas sobre el desbarajuste cometido en Santa Cruz eran infinitas. Y hubieran sido más si esa investigación no se hubiera desmembrado de la que se enfocó en las contrataciones “turísticas” de Hotesur y de la que se siguió por la emisión de facturas apócrifas de Lázaro Báez. En consecuencia, condenada por los tribunales, la señora de Kirchner puso toda su energía en que la absuelva la historia. En el caso de un líder político, la absolución de la historia sólo se consigue ganando elecciones.
Con la mirada en ese propósito, la exmandataria se fijó un curso de acción cuyo eje principal consiste en politizar todo lo posible los pronunciamientos de la Justicia. El primer paso fue apropiarse de la presidencia del PJ. Así, al convalidar la sanción dispuesta por el Tribunal Oral, la Corte no estaría mandando tras las rejas a una funcionaria retirada, sino a la titular de uno de los mayores partidos políticos de América Latina, el que desempeña la principal oposición al gobierno de Javier Milei.
La jugada siguiente fue, apartándose de su costumbre, conceder una entrevista a Gustavo Silvestre, en C5N, el canal de su amigo Cristóbal López. Allí, después de alcanzar 8 puntos de rating, explicó su tesis sobre el comportamiento de la Corte: se trata de un tribunal que está al servicio de un proyecto económico que, para sostenerse, necesita excluirla a ella, es decir, al pueblo. Una demostración de ese carácter antidemocrático del tribunal sería la tolerancia que exhibió ante el DNU 70, enviado por Milei.
El tercer paso fue, ante la evidencia de que los magistrados ratificarían el fallo condenatorio, que incluye la prohibición de ejercer la función pública, anunciar en esa entrevista la candidatura a diputada provincial por la tercera sección electoral. Por supuesto, ella no reconoció que, al postularse, se preparaba de la mejor manera posible para una condena. Al revés: a los pocos días sostuvo que se la condenó porque se había postulado.
La secuencia desemboca en la denuncia de una proscripción. Por eso ayer la muchedumbre reunida frente a la Casa Rosada escuchó al locutor consignar que “hoy comienza la resistencia”, es decir, la reacción ante una agresión equiparable al derrocamiento de Perón en 1955. La propia Cristina Kirchner formuló, en el discurso que dirigió a su feligresía, la consigna “Vamos a volver”. Un centímetro más y estaría en “Perón vuelve”. El graffiti de la resistencia.
La concentración de ayer había sido convocada para acompañar a la expresidenta en el momento de su detención, en los juzgados de Comodoro Py. El tribunal oral se adelantó y, el martes, estableció como lugar de reclusión el departamento de la calle San José. La marcha se mantuvo igual, pero cambió de destino. Ya no sería una queja frente a la sede judicial. Sería una protesta frente a la Casa Rosada. La señora de Kirchner no se dirigiría a la multitud como ajusticiada, sino como líder principal de la oposición. El centro del mensaje fue “estoy presa porque este modelo se cae”. Un eco del discurso que pronunció el 13 de abril de 2016, acompañada por una legión que ayer quedó pequeña, cuando Claudio Bonadio la llamó por primera vez a indagatoria: “Para que este modelo se sostenga me tienen que callar”.
El núcleo de ese planteo es el núcleo de todo populismo, sea de izquierda o de derecha: la única legitimidad es la que deriva de las urnas. La expresidenta se presenta como la encarnación del pueblo en contraste con una institucionalidad facciosa, la de la Justicia, que en 2013 se negó a ser democratizada como ella había proyectado. El kirchnerismo intenta regresar, después de la gris experiencia de Alberto Fernández, a la vibración de las sagas. Cristina Kirchner es experta en lograr ese giro ante cada adversidad. En octubre de 2010, vistiendo un luto que no abandonaría a lo largo de tres años, explicó que su esposo había muerto para que renaciera la política. Ayer recordó la dictadura, la viudez y el intento de asesinato de septiembre de 2022, como las instancias de un vía crucis profano al que ahora se agregó otra estación: al cárcel.
Todavía falta una mayor elaboración poética. Pero, en cualquier momento, la prisión dictada por los tribunales por delitos cometidos en el manejo de la obra pública será equiparada a los que, para Friedrich Nietzsche, fueron los dos máximos crímenes jurídicos de la historia: el de Sócrates y el de Jesucristo. Nietzsche no sólo observa que ambos fueron ejecutados después de un proceso judicial. Para su filosofía, el de Sócrates y el de Jesucristo fueron dos suicidios. Es decir, ambos estaban ya por hundirse en el fracaso, pero sobrevivieron entregándole la espada a los verdugos.
Esta idea de Nietzsche, salvando “las bárbaras distancias”, abre un interrogante sobre la encrucijada de la señora de Kirchner. ¿La Justicia no la habrá salvado, condenándola, del ocaso hacia el que tal vez caminaba sin remedio? ¿Cuál hubiera sido el destino de esta líder, que cargaba sobre sus espaldas, con admirable disimulo, el fracaso del último gobierno peronista, si los tribunales no la hubieran sancionado con la prisión? Es un contrafáctico, pero no carece de sentido. Porque uno de los destinos posibles de Cristina Kirchner era el de Carlos Menem, quien se desangró en una larga agonía política, cada vez más anodina, acorazado por los fueros que le otorgaba una banca en el Congreso. Sólo que ella debía refugiarse en la Legislatura de La Plata, un reducto cuya opacidad sólo fue interrumpida por las fechorías de Julio “Chocolate” Rigau, que recolectaba retornos en los cajeros automáticos.
Sobre la hipótesis de esta alternativa hay que evaluar ahora el futuro de la señora de Kirchner, y el del peronismo que, hasta nuevo aviso, sigue comandando. En la concentración de ayer había una amplísima presencia kirchnerista. Pero no se vio a otras ramas del PJ. Por ejemplo, se notó la ausencia de la CGT. En cambio, participaron dirigentes de los partidos trotskistas, allegados a Máximo Kirchner. Eso sí, no tuvieron acceso al palco. “Vienen a caranchearnos los votos”, se quejó un peronista, ingrato y mezquino.
Carlos Pagni